Pero quien peca y reza empata…

La Iglesia católica representó y jugó un papel importante en la Villa de Caro en la época colonial, desde la fundación de Ocaña el 14 de diciembre de 1570. Las órdenes religiosas, encargadas en primera medida de la Evangelización de los habitantes de la comarca, condicionaron enormemente el devenir histórico, tanto que en los principales documentos históricos, la mayoría de evidencias hacen referencia a asuntos eclesiásticos.

Para los pobladores, era un verdadero acontecimiento la llegada de los Obispos de la Diócesis de Santa Marta, de la cual Ocaña era sufragánea, así como los matrimonios y funerales de las personalidades, quedando abundante evidencia en los escritos de Alejo Amaya, cuya obra fue publicada en 1906 y posteriormente reeditada por la Biblioteca de Autores Ocañeros.

Frailes Agustinos

A pesar que por antonomasia, la Iglesia es la encargada de regular los asuntos morales y las normas de comportamiento basadas en el pensamiento cristiano, en los documentos hay constancia de algunos hechos que no comulgan con esta concepción y que fueron protagonizados por los religiosos.

Una de estas situaciones sucedió a mediados del siglo XVII con los frailes de la Orden de San Agustín, quienes viendo el estado lamentable en que se encontraba la ermita de San Sebastián, pidieron el patronazgo de un hombre acaudalado de la época a cambio de algunos beneficios religiosos como la sepultura dentro de la capilla para todos sus familiares y el porte de la llave del Sagrario el Jueves Santo. Los religiosos, además de incumplir con su promesa, otorgaron los privilegios a otras personas pudientes, a pesar de haber utilizado el dinero del primero.

Iglesia de San Agustín, antigua ermita de San Sebastián (Ocaña)

Otro hecho de particular mención lo protagonizaron los hermanos jesuitas, quienes hurtaron el dinero de unas haciendas que habían sido donadas para la construcción del primer colegio de Ocaña que sería en el año de 1681. Estos recursos habían sido donados por uno de los cuatro Antón García, quien manifestaba un serio interés por la educación en la época.

Ante estos hechos, queda en evidencia que, a pesar de pertenecer estas personas a una comunidad religiosa, eran también humanos y por tanto poseían en su ser todos los vicios que porta en sí su propia naturaleza de seres limitados. Esto demuestra que la historia es cíclica y desmiente la expresión de que todo tiempo pasado fue mejor.

Escudo de la Compañía de Jesús

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